Libro publicado en Caracas, 2007, por Editorial San Pablo.
Ahora y aquí, transcribo el prólogo:
ESTABLECIENDO LA CONEXIÓN
“Resulta imperativo dejar florecer
la compulsión que los hombres sienten por el cambio”
(Jonathan Rabb, “El señor del caos”)
Nuestro novísimo milenio se caracteriza por la brevedad y la rapidez. Las comunicaciones ya han dejado de ser vertiginosas para convertirse en inmediatas. Es la instantaneidad del clic electrónico que nos transporta, virtualmente, desde el grito primario del cavernícola a la epidemia planetaria de internet.
Vivimos en una esfera globalizada por las comunicaciones. Una sucesión incesante de palabras, sonidos e imágenes que nos interconectan en tiempo real sin excluir coordenadas geográficas.
El entrañable Gutenberg suspira añorando la impronta de su imprenta. Marshall McLuhan, Alvin Tofler y el mismísimo Dwight Macdonald se quedaron cortos en sus predicciones tremendistas.
La tecnología nos catapulta ¿hacia dónde? No hay marcha atrás en este corre-corre digital. La publicidad y el mercadeo son apenas fragmentos del puzzle que nos ocupa en este libro.
Darwiniano, el lenguaje se sobrevive a sí mismo una y otra vez pleno de neologismos salvajes. El ansia inextinguible del ser humano por vincularse a sus semejantes es el motor que conmueve y preserva nuestras comunicaciones tangibles y virtuales.
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